Yo misma me sorprendo de la capacidad de autoconvencimiento que me hizo tener. Y pensé que no podría sacar nada bueno de aquella mala experiencia. Al final, he aprendido a no soñar, a ser más coherente, a vivir con los pies en la tierra y a no emocionarme con palabras vacías. Me ha enseñado a ser yo quien lleva las riendas y a no ser la subordinada de nadie como lo fui en su momento. Me ha enseñado a mandar y a no obedecer. Pero esto, esto lo he aprendido con lágrimas. No se si merece la pena...
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