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martes, 4 de septiembre de 2012

Mi 18 cumpleaños...

Nos escapamos de un evento familiar. Fue una escapada complicada, pero mereció la pena. Viajamos en coche hasta otra ciudad, la suya y subimos a su piso.
Esperé impacientemente en el sofá mientras él se encargaba de prepararlo todo. Necesitaba saber qué estaba preparando. Cuando pasó algo de tiempo, me gritó desde su habitación que podía abrir la puerta del pasillo y llegar a donde estaba él.
Cuando abrí la puerta, las lágrimas salieron de mis ojos.
El pasillo estaba lleno de pétalos de rosas por donde yo tenía que andar y en los extremos había velas aromatizadas como única luz. Mientras andaba, iba leyendo unos corazones de cartulina roja que colgaban del techo con un hilo invisible. Ya no veía, estaba llorando. No me podía creer cómo era capaz de hacerme llorar con palabras escritas... llegué a la habitación y no terminaba ahí. En su escritorio, había un corazón y dentro de él nuestras iniciales, todo ello realizado con pequeños corazones de cartulina que se había molestado en recortar. Todo lleno de velas también y en la cama, con sábanas blancas un corazón hecho con pétalos de rosa. Una botella de rioja y dos copas, me besó. Brindamos y me dió su regalo tras decirme algunas palabras. Era un anillo. Con aquello demostraba que todo lo que estabamos viviendo, era real. Real y para siempre. Sellamos el momento destrozando el corazón de pétalos que había hecho encima de la cama mientras las velas se consumían a nuestro alrededor y la botella de rioja se iba enfriando.

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